Columna de opinión escrita por: Yanina Bravo

Cuando somos chiquitos, aparte de que el cerebro aún no alcanza una madurez cortical y muchas áreas cerebrales están sin desarrollar, somos nuevos en todo. Imagina que tu pequeñín, está entrando a un bosque, donde debe ir descubriendo todo, por primera vez, construyendo sus propias experiencias, pensamientos y encontrándose con diversas variables que no conoce, sin tener ninguna herramienta para afrontar esa aventura en el bosque, teniendote solo a ti, un adulto del que espera responsabilidad, respeto, amor, idoneidad y sobretodo guia en realidad, no en
perfección.

Jeffrey Young, nos habla en psicología de los esquemas disfuncionales y maladaptativos tempranos, dichos esquemas se construyen en la infancia y se elaboran a lo largo de la vida de un individuo y son significantes que sirven como marcos para el procesamiento de experiencias posteriores (Young,1999).

El niño o la niña genera las construcciones de sus creencias, pensamientos, reglas, esquemas y educación de sus emociones a partir de la base de la crianza y sus experiencias, estos esquemas pueden ser funcionales o disfuncionales y se generan en los primeros años de vida. Cuando son disfuncionales y mal adaptativos, son crónicos, a menos que sean tratados, se desarrollan por la acumulación de interacciones negativas tempranas con otras personas significativas. Más que por un acontecimiento traumático alejado. Pueden estar inactivos durante periodos de tiempo, pero pueden ser activados por eventos estresantes. Que no sean activados, no quiere decir que no estén, por eso hay que ser cuidadosos y minuciosos en efecto de lo damos a nuestros niños y niñas.

Tener adultos responsables, respetuosos y conscientes del compromiso con la educación infantil, la crianza respetuosa y la importancia de la semilla afectiva es la clave para la construcción de la salud mental. ¿Saben dónde inicia la salud mental? ¡si! En nuestra niñez, en dejar de decirle a nuestros niños y niñas “Ya, ya, no llores, no paso nada, párate” ¡No! Si paso, le dolió y tiene derecho a llorar. Ojo, papás, mamás y cuidadores, los mecanismos más frecuentes que son enemigos de la salud mental, son la represión, negación e invalidación emocional. No podemos permitirnos inculcar estas variables en nuestros niños y niñas. Si queremos adultos sanos, debemos empezar a cuestionar la infancia y sus bases.

Nuestros niños y niñas no son muñequitos de control ante las demandas externas y necesidades internas, en vez de querer controlar, empezamos a comprender y acompañar. La pataleta en el infante en un rango de edad, es normal, el llanto, el desborde emocional, son normales, son niños, que apenas están empezando a conocer sus emociones ¿cómo es que les pedimos que las sepan controlar, cuando incluso, muchas veces ni los mismos adultos sabemos hacerlo? La gestión de las emociones, es una enseñanza que debe darse, que requiere de tiempo y de proceso, sobre todo, de ejemplo ¿cómo pretendes que tu pequeñín se calme, si no puedes hacerlo tú y en lo primero que piensas es en acudir al golpe?

La crianza y la educación respetuosa nos reta, nos pone contra un sin número de bases y estrategias inadmisibles, ortodoxas, además, desvinculadas de la funcionalidad y de la generación de adaptación en el ser humano, no omitamos el cuestionamiento. Si queremos cambiar la forma, debemos cuestionar el contenido. Empezando por el entendimiento de la posición como adulto responsable de tener herramientas y estrategias en función de la enseñanza de un chiquitín que espera por la adquisición de dichas herramientas y estrategias.

No nos confundamos, no nos dejemos cegar, los gritos y los golpes no hacen que un niño cambie su conducta, solo hace que el niño le tema a papá y mamá, hace que no tenga un espacio seguro, donde debería estar seguro, y así, a buscar “validación” y “seguridad” en espacios incorrectos y peligrosos. La salud mental en la infancia y la crianza respetuosa está muy lejos; del chantaje, del premio, del castigo. El aprendizaje toma su lugar cuando se logra enseñar a respetar espacios, emociones, formas de hacer, de ser y los límites correspondientes. La crianza respetuosa, no es sinónimo de la crianza permisiva, solo que estamos tan acostumbrados a entrar abruptamente a las necesidades del otro, que creemos que lo es. Aprendamos a educar, cuidar y criar con amor, resiliencia, paciencia, conocimiento y acudir a compañías profesionales para gestar niños y niñas con salud mental, y así, cosechar adultos sanos, capaces de afrontar con funcionalidad la montaña rusa de la vida.